A la hora de hablar vuelve a manifestarse el Universo en el hombre. Dispone que la respiración del habla se concrete aspirando el aire por la boca. Esta exigencia resulta válida tanto para la emisión de los “arrullos” y “gruñidos” de los que, indudablemente, habrán hecho gala nuestros más remotos mayores, como para emitir – sin daño de la garganta –, las palabras propias del decir espontáneo o del pertinente mensaje pensado.
Hoy, hay mucha gente que viene sufriendo afonías, ahogos y otros problemas con su voz que tienen por base respirar mal a la hora de hablar.
Ya sea, haciéndolo por la nariz, cogiendo una cantidad insuficiente de aire, o mandando mal el aire al pulmón aspirándolo, por la boca, pero con la forma de los labios que requiere la vocal “A”.
O sea, desoyendo el mandato del Universo impreso en la fisiología de cada uno. Por ende, sufriendo el respectivo precio de su ignorancia o desatino.
Porque hay una premisa que no se puede dejar de cumplir y que viene directamente comprometida con el cómo hay que hablar y con el para qué hay que hablar que hemos visto más arriba.
Se trata de la exigencia de sonreír toda vez que se coja el aire por la boca para hablar.
Es decir, que va con la propia naturaleza de la condición humana, tener que sonreír cuando se emite un mensaje verbal a un semejante o se lo difunde verbalmente por cualquiera de los medios conocidos.
R. Gª Carbonell
Mis otros blogs:
martes, 29 de septiembre de 2009
Respiración y mensajes verbales
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario