La única salida

Negociar para evitar males mayores, si, pero incluyendo la responsabilidad primera de amar a la otra parte. De suerte que los valores afectivos tengan igual peso que los que soporta la sustancia representada por los intereses contrapuestos. Hoy, cuando, se negocia, tanto unos como otros, en los grandes, en los medianos y en los pequeños problemas, se tiende a pensar en términos de poder y esto lo hacen hasta los que pasan por personas o profesionales compasivos.

¡Qué no queda para los poderosos soyugados a los grandes intereses internacionales de todo orden!.
Si supieran oponer el amor en lugar de la estupidez irracional de la fuerza a los problemas desestabilizadores y negociar con base en la comprensión de los problemas de los demás, el mundo ahorraría ingentes sumas que pondrían a buen recaudo el hambre y no pocas necesidades de los más pobres y miserables de la tierra.

Que eliminarían la contaminación en todas sus vertientes, que suprimiría la corrupción allí donde se geste, que traerían la paz y la prosperidad de todos..


En una palabra, lo que sobra es inteligencia y lo que falta es amor en cada uno de nosotros para que, concurriendo en equilibrio estas dos fuerzas, vengan a dar respuesta a todas las cosas y soluciones propicias a todos los problemas.

No a unos poderosos racionales de un lado y a otros amorosos optimistas del otro lado. Amor e inteligencia en cada uno de nosotros y, en particular, en todos aquellos que atiendan los más exigentes intereses propios o ajenos.


Sólo así podremos cumplir con el mandato Universal de “amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos”.


Por último, no olvidemos queridos lectores que estamos predestinados a la eternidad y que, por ese mismo designio, tenemos que aprender a vivir en paz, ampliando, nuestra compasión a todos los seres humanos sin juzgarlos a cada paso, teniendo para con todos, “mucha paciencia y mucho conocimiento”.R. Gª Carbonell