El equilibrio, para los que se dispongan a ver está presente en muchas partes comenzando por nuestro propio cerebro. Allí, el Universo, lo ha dejado manifiesto para los que se dispongan a recibir su mensaje. El accionar equilibrado del lenguaje binario de razón y emoción está en la base de las limitadas posibilidades que tenemos los humanos de entendernos conveniente y suficientemente.
Como lo hemos dejado reflejado en el primer trabajo de esta serie, titulado: “El Universo, el hombre y la comunicación”, el equilibrio en el interactuar del binomio razón-emoción, no sólo puede permitirnos establecer acuerdos, sino hablar consigo mismos y con nuestros semejantes, aplicándonos con la necesaria dosis de cordura.
Allí dejamos expresado que, romper el equilibrio en los servicios de la mente racional, entregándonos todo el tiempo a pensar y a resolver problemas o, de otra parte, con nuestro componente emocional dando persistentes vueltas a preocupaciones de todo tipo, conlleva, en el primer caso, ir de cabeza a la locura y, en el segundo, a padecer las consecuencias de los más graves y aparatosos estados depresivos.
El lenguaje binario está en todas partes y tiene que venir presidido por el equilibrio. Tengamos por caso la relación hombre-mujer.
La continuidad de la especie está en sus manos.
No obstante, los interminables problemas que asolan sus relaciones, provienen de la pretendida supremacía de uno sobre otro, que quiebra por la base toda posibilidad de lograr comunicaciones inteligentes; que contribuyan a poner a buen recaudo sus respectivos intereses y aspiraciones.
De allí que el matrimonio y las relaciones De pareja, pese a que representan la forma más íntima de unión, resulten con frecuencia más desgraciados que felices.
No debemos dejar de lado el hecho de que una comunicación profunda y real entre personas es imposible.
Siempre será imperfecta dado que la comprensión sólo puede llegar a operarse a medias, pero como para no pocas cosas resulta válida, genera el consecuente extravío. Es verdad que nos comprendemos hasta cierto punto, diría que lo suficiente como para coordinar acciones y transmitirnos algunas experiencias y enseñanzas.
Pero en tanto y en cuanto el tema entre a despertar las tendencias afectivas, cada cual reacciona a su modo y manera. De allí que yo sólo sepa lo que experimenté en determinados momentos.
Los demás pueden imaginárselo más o menos.
Nadie podrá jamás saberlo con exactitud.
R. Gª Carbonell
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martes, 29 de septiembre de 2009
Necesidad del equilibrio en todas las cosas
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