Comencemos por observar el cerebro de cada individuo sano de la especie desde la perspectiva de la comunicación. Este órgano prodigioso, verdadera central informática de neuronas, encierra la primera parte del curso de comunicación.
Las dos grandes áreas en que el cerebro viene dividido, la racional y la emocional, actúan en red y hablan.
Una u otra van concretando sus intervenciones, hora para calcular, analizar y resolver problemas, hora para darle vueltas a una preocupación o para apelar al ingenio y a la creatividad, pero, eso sí, sin ninguna posibilidad de que puedan hablar las dos al mismo tiempo.
Cuando una habla, la otra se llama a silencio y queda obligadamente bloqueado No puede intervenir en ninguna dirección.
Por el contrario, si habla la otra, la primera está condenada a tolerarlo y esperar su turno.
A su vez, el Universo ha previsto que pueda ser sometida a nuestra discrecionalidad qué parte y cuándo va a intervenir con un propósito determinado.
Es sobradamente conocido el recurso de disponer una cuenta atrás del número 99 hacia el número uno para impedir que un asunto cualquiera, al que se le venga dando vueltas irracionalmente, pueda terminar en una lamentable obsesión.
Este recurso singularísimo inhibe el devaneo emocional, dado que la parte racional está hablando. Con la cuenta regresiva, el cuerpo se va relajando y el problema en cuestión queda bajo mínimos y a cubierto de la desquiciante incursión emocional.
Por curiosa contrapartida y de la mano de la libertad personalísima con la que se nos ha dado el poder de administrar nuestros intereses, nuestras opciones y resoluciones, los hombres podemos hablar todos a la vez; cosa que sucede cuando no media ningún interés de comunicarnos y, mucho menos, de perseguir acuerdos duraderos o el consenso sobre determinados asuntos.
R. Gª Carbonell
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martes, 29 de septiembre de 2009
Nuestro cerebro y la comunicación
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