martes, 29 de septiembre de 2009

El habla y la energía interior

Hemos dejado expresado más arriba que el aire, para hablar, hay que cogerlo por la boca
con la forma de los labios que señala la letra “E” y, por natural consecuencia, dibujando una tan clara como inevitable sonrisa.

Pues bien, esta forma de aspirar el aire y siempre que su masa determine el sonido particularísimo del paladar blando o velo del paladar está, situada entre la forma de coger el aire del suspiro y del susto.

El suspiro es lento, coge bastante aire, contribuye a regular un momentáneo trastorno respiratorio, pero, si bien resulta propicio en determinados momentos, la consecuencia sobre la fisiología es que la debilita.

El susto, forma parte de una reacción por la que se coge la cantidad de aire suficiente para salir de una suerte de perplejidad que acompaña a la violencia provocada por el suceso alarmante e inesperado.

Esta última cantidad de aire no vale para hablar y sólo acude, instintivamente, para salir del momentáneo bloqueo.

El aire del habla, cuando se coge en la cantidad requerida para hablar bien, tonifica.

Dicho con otras palabras, la masa de aire aspirada para hablar emocionalmente, es fuertemente potenciadora del buen ánimo. Moviliza y enriquece la energía interior que nos ha llevado a señalar en cada uno de nuestros cursos, de expresión oral, aquello de: “hable bien y siéntase mejor”.

Pero, hay más, la expresión oral consistente1, es un detonante formidable para ganar el entendimiento y la cooperación humana, pues tiene de su parte - según lo confirman modernas investigaciones-, el 55% de importancia en materia de persuasión por la palabra hablada. A su vez, la psicología asertiva previene, acerca del habla, que: “ quien no se expresa, emocionalmente, deteriora su auto-estimación”.

En pocas palabras, de todo lo dicho, la comunicación humana - concretada con respeto al mandato del Universo en la persona de cada uno de nuestros semejantes, deja ver que, en el cuerpo de cada ser humano está reflejado, con meridiana claridad, el hecho de que: “no estamos solos”.

Que, el Universo, ha dispuesto lo que tenemos que hacer para hablar a fin de entendernos y, consecuentemente, de cooperar para el propio bien y el de nuestros semejantes.

R. Gª Carbonell

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