martes, 29 de septiembre de 2009

El extravío de los poderosos

Cuanto acabamos de señalar aquí, nos mueve a insistir en lo que decimos en uno de los trabajos de esta serie, con referencia a las causas de nuestro extravío. Hemos puesto todo el interés de nuestra formación en el progreso material, intelectual, racional y lógico para servir a los intereses de las empresas, de las regiones y de los países con el mayor índice de riqueza y de desarrollo industrial y tecnológico. Con base en los productos y los sub-productos de esta manera de pensar, hemos intentado proteger a toda costa y ensanchar el horizonte de nuestros dominios.
Hemos venido considerando útiles las guerras, el sabotaje el terrorismo, según sean los intereses “superiores” y los “objetivos especialísimos” que persigamos.
Todas estas “salidas”, resultan propias de seres aparentemente bien dispuestos, dotados de una inteligencia que está por encima de la del común de las gentes pero, que sólo se valen de la mitad de su cerebro para discernir racionalmente lo mejor y más conveniente para “todos”.

Léase para si mismos y para los intereses a los que sirven o representan.
De otro lado se vienen alineando, cada vez en mayor número los que se afanan por servir a los demás de mil maneras, por cuidar del ecosistema, por preservar la salud del planeta.

Es como si se ensayara un lenguaje binario compuesto de poder y de fuerza de una parte y de sentimientos compasivos de la otra.

Y, así andan las cosas. Los que se afanan por el bien de todos con precarios recursos para paliar el hambre, las pestes, la despoblación irracional de los bosques, la explotación despiadada de los mares, la contaminación de las aguas y toda suerte de males y los poderosos señores de las guerras, de los intereses mezquinos, de la explotación inicua de sus semejantes favoreciendo el consumo de drogas, el tráfico de inmigrantes, la destrucción de la capa de ozono y la irreversible transformación del cambio climático de la mano de un desarrollo industrial irresponsable y gravemente contaminante.

¿Cómo juega en todo esto el amor? Pues con el equívoco de pensar en términos opuestos ya que no se trata de oponer la resistencia de los unos a los males de los otros.

Se trata de conseguir que los poderosos, sean éstos grandes o pequeños, en la soledad de sus ambiciones o en el liderazgo de las grandes organizaciones privadas o estatales, incluyan el empleo emocional-afectivo de sus cerebros al considerar y estudiar sus ambiciosos proyectos atendiendo a sus intereses, pero respetando y valorando a sus semejantes de cualquier condición, a las otras especies, al ecosistema y a la salud del planeta en general.


Porque el verdadero problema es que están convencidos de que con el poder que les otorgan los más sofisticados recursos de destrucción y de muerte pueden hacer todo aquello que resulte útil al progreso como lo tienen entendido.

Cuando las cosas se perciben así, las muertes, las necesidades de los humildes y depauperados, son un molesto problema que, traducido a estadísticas, mueve a gastar ingentes sumas en relaciones públicas y en circo para que la gente deje de pensar y de ponerse incómoda de la mano de los alborotadores poseídos de sus devaneos solidarios.R. Gª Carbonell

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