miércoles, 27 de enero de 2010

Tulipanes naranjas


Aunque en su origen no era una flor que llamara especialmente la atención, el virus que sufrió dio origen a una enorme variedad de colores, lo que desató una pasión desaforada por esta nueva especie entre las clases más pudientes de la Europa barroca.
En 1637, tres bulbos de tulipanes llegaron a costar lo mismo que una casa en Ámsterdam.

Se llegó a pagar hasta 400 libras de la época (el equivalente a casi seis millones de euros de hoy en día) por tulipanes que ni siquiera habían sido todavía plantados.


En 1637, tres bulbos de tulipanes costaban lo mismo que una casa en Ámsterdam. Al final, la crisis de los tulipanes arrasó la economía holandesa del siglo XVII. Regalar tulipanes en Europa era señal de amor apasionado.
Su nombre proviene de la palabra otomana “tulipam”, que significa turbante.

El tulipán, originario de Turquía, fue cultivado durante años en los jardines de los palacios otomanos y usado como motivo floral para la decoración de elementos cerámicos. Pero incluso antes de que el primer europeo encontrara esta flor en el jardín privado de un sultán, ya había sido profusamente cultivada en Irán, Siria y Asia.

Su nombre es la versión latinizada de la palabra turca “tulipam”, que deriva por su parte del término otomano “tülbent”, que significa turbante. El tulipán, debido a la espectacularidad de su floración y de los numerosos colores en que puede encontrarse, fue una de las flores favoritas de los pintores del barroco para sus cuadros de bodegones florales, especialmente en la pintura francesa, holandesa y española de los siglos XVI a XVIII. En concreto, durante el siglo XVII fue tal la demanda de pinturas que representasen bodegones florales que algunos artistas españoles se especializaron en esta temática, como fue el caso de Antonio Ponce, Juan de Arellano, Bartolomé Pérez, Juan Sánchez Cotán o Juan van der Hamen, cuyos cuadros puedes disfrutar en el Museo del Prado. Basta observarlos para entender la pasión que estas pinturas, auténticos y espectaculares ramos de flores, despertaron en la sociedad española y europea.

El tulipán llegó a Europa a mediados del siglo XVI. En 1554, durante el reinado de Solimán el Magnífico, el embajador del Imperio Austriaco ante la corte otomana, Augier de Busbecq, envió por primera vez a Europa, a la corte de Viena, bulbos de tulipanes. Algunas de estas enormes semillas fueron remitidas a su vez a Holanda por el botánico Charles de l’Ecluse y fue otro médico e investigador, Carolas Clusius, quien cultivó primero un bulbo de tulipán en el Hortus Botanicus de Leiden (Holanda) en 1593.

Si bien en su origen no era una flor que llamara especialmente la atención, a pesar de ser una especie bonita, el tulipán sufrió un virus que generó una nueva variedad que con los cultivos adecuados permitía una enorme variedad de colores, lo que desató una pasión desaforada por esta nueva especie entre las clases más pudientes de la Europa barroca. A partir de entonces, se propagó por todo el continente la tulipmanía y su comercialización provocó la primera burbuja especulativa de la historia económica.

Durante la tercera década del siglo XVII, la gente se volvió loca por los tulipanes y los precios crecieron sin parar, alcanzando cifras desproporcionadas: En 1635 se pagaron 100.000 florines por 40 bulbos y una especie rara y poco conocida llegó a costar 5.500 florines. En 1637, tres bulbos de tulipanes llegaron a costar lo mismo que una casa en Ámsterdam. Un marinero, que desconocía el valor de los tulipanes, fue encarcelado por comerse un bulbo por error. Se pagaron hasta 400 libras de la época (el equivalente a casi seis millones de euros de hoy en día) por tulipanes que ni siquiera habían sido todavía plantados, por compradores que en su vida habían visto esta flor.

Como toda burbuja, el final no fue agradable. De repente a comienzos de 1637 se empezó a notar cansancio en el mercado del tulipán y muchos inversores decidieron dejar de destinar su dinero a los tulipanes, lo que hizo que el pánico se apoderara del mercado. La situación alcanzó tales proporciones que el gobierno holandés tuvo que intervenir, declarando nulos los contratos de compra de tulipanes a futuro realizados a partir de finales de 1636. La explosión de la burbuja dejó ganadores, los que salieron justo antes del estallido, y perdedores, los que se endeudaron para comprar tulipanes en el último momento, pensando que obtendrían grandes ganancias y que a cambio sólo se quedaron con deudas. Y perdieron los Países Bajos, que durante años sufrieron una profunda recesión económica.

El tulipán no representa lo mismo en todos los países y en cada área tiene un significado distinto. En la antigua Persia los tulipanes eran el símbolo de los amantes perfectos, mientras que en Europa se vinculaban al amor apasionado (era una de las flores preferidas para los amantes fogosos o los que vivían aún la pasión de los inicios), aunque también representaban la inconstancia. En todo caso, el tulipán ha sido siempre valorado como una muestra de magnificencia: regalar tulipanes es un detalle de estilo y elegancia y sobre todo buen gusto.

El tulipán tiene la característica peculiar de que su tallo sigue creciendo tras ser cortado. Por eso no te extrañes si ves que cada día están más altos y se van curvando poco a poco. Para evitar que el tallo ceda y se doble por el peso del capullo, es importante que te acuerdes de recortar los tallos cada dos días. En caso contrario corres el riesgo de encontrar todo el ramo caído.
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