Los pensamientos van más rápido que las palabras, pero para evitar arrepentirnos de lo que decimos es mejor pensar antes de hablar y no acelerarnos a expresar lo que pretende el corazón antes de la razón, aprendiendo a estar cómodos con el silencio, educando nuestra mente a la calma y la oportunidad.
Cuando escuchamos pausadamente nuestros pensamientos, podemos dar respuestas más elaboradas y sensatas, porque estamos conscientes y atentos para captar la información que queremos dar. En ese espacio de reserva, está nuestro poder para elegir nuestro argumento.
No debemos buscar tener siempre la razón, ni debemos desgastarnos en convencer a los demás de que decimos la verdad, solo el tiempo y las acciones lo logran en el momento preciso. Nuestro deber es razonar, para saber si es mejor callar, antes de hablar. Incluso, muchas veces la ausencia de palabras deja más sentido a la conversación, utilizando la prudencia ante la discusión, valorando el verdadero poder de la elocuencia, pudiendo estar más abiertos con la mente y el corazón, a conocer lo que otros cavilan, mientras se usa la reflexión.
Muy distinto es, decir todo lo que se piensa a pensar todo lo que se dice. Aunque parezca fácil, es una tarea muy complicada, porque como seres humanos, tratamos constantemente de defender nuestro punto de vista, desconectando muchas veces las palabras de nuestros pensamientos. Pero, aplicando la inteligencia, podemos tener la capacidad de decir lo que ideamos sin necesidad de herir a nuestros seres queridos, incluso si nos equivocamos en las palabras dichas de manera serena, nos pueden dejar pasar por alto lo emitido y continuar el diálogo de igual manera.
Manifestemos los aspectos positivos de los demás y de todo lo que nos rodea, evitando cuestionar con facilidad, haciendo comentarios destructivos e hirientes. La comunicación no es nada fácil, porque en el mismo momento en el que se da una información, fácilmente se puede tergiversar el mensaje, según la imagen auditiva que tengamos, por eso respiremos profundo antes de hablar, para no opinar sin conocimiento, porque el poder de la palabra trabaja desde nuestro cerebro, generando un mundo interno de acuerdo a como nosotros lo formemos.
Pensemos antes de hablar, escuchemos nuestros pensamientos positivos, callemos los mensajes desagradables y procedamos en nuestras vidas según como dice Plutarco "Para saber hablar, tres cosas son precisas: saber pensar, saber escuchar y saber callar."
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lunes, 20 de junio de 2011
Pensar antes de hablar DANIELA MAUQUER
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