martes, 15 de noviembre de 2011

Las diferencias entre estar informado y saber

Nuestra sociedad y los nuevos medios de comunicación nos mantienen informados al instante de lo que ocurre en el mundo. Pero para saber se requiere apropiarse de ciertos conocimientos para los que es necesario el esfuerzo.

Aunque resulte paradójico hoy cuando los medios de información y comunicación tienen una instantaneidad impresionante y un alcance masivo, como sociedad tenemos menos “conocimiento” que antes y “sabemos” menos.

Es que no necesariamente recibir un dato, una idea, una información implica conocer, saber e informarse. Por otro lado la forma en que se emiten estas informaciones, la parcialidad de los contenidos, las pocas perspectivas, el escaso análisis que se realiza sobre los temas nos aleja del pensamiento crítico y nos acerca a la mera aceptación o negación.

Estas actitudes nos van conduciendo de una sociedad del conocimiento y pensante, hacia una sociedad sobredimensionada en la información instantánea, pero ignorante de las esencias, que no termina de apropiarse de esa información para traducirla en conocimiento, en saberes y entonces adquirir la capacidad de transformarlo, de la innovación.

Podríamos jugar con una figura, la sociedad de la que venimos era como un lago, el espejo de agua se puede abarcar, pero un lago con diferentes niveles de profundidad y sin un lecho perfectamente definido.

La sociedad a la que vamos, la que estamos discurriendo es como un enorme océano, no lo podemos alcanzar con una simple mirada, pero si caminamos en él difícilmente nos mojemos las rodillas.

Hoy según algunos analistas, “Vivimos, gracias a la tecnología, en una Sociedad de la Información, que ha resultado ser también una Sociedad del Saber, pero no nos encaminamos hacia una Sociedad del Conocimiento sino todo lo contrario. Las mismas tecnologías que hoy articulan nuestro mundo y permiten acumular saber, nos están convirtiendo en individuos cada vez más ignorantes. Tarde o temprano se desvanecerá el espejismo actual y descubriremos que, en realidad, nos encaminamos hacia una Sociedad de la Ignorancia”.

En este sentido se han ensayado algunos términos tales como:

-La infoxicación: supone una “intoxicación” por exceso de información, que dificulta la discriminación entre lo importante y lo superfluo. Asociada al desánimo, la impotencia y la carencia de capacidad crítica, la infoxicación promueve la aceptación sumisa de “visiones tópicas prefabricadas”.

-Los saberes parciales alejados de una “sabiduría integral” que colabore a reflexionar sobre nosotros, los otros y el mundo (de manera sinérgica).

-La figura del especialista: alude a aquel individuo abocado únicamente a su disciplina, encerrado/clausurado en su comunidad de pares (“comunitarismo autista”), subordinado por entero al aparato productivo, preocupado por su capital simbólico y desinteresado de los saberes ajenos a su campo de práctica, reacio a la divulgación de conocimientos válidos para la construcción de una ciudadanía crítica, comprometida y movilizada.

-La mercantilización del conocimiento, enemiga del conocimiento “improductivo” y subordinada a los intereses y vaivenes del mercado.

-La formación permanente con fines netamente laborales, rayan con el gatopardismo y escindida de las múltiples dimensiones del saber.

-La negación del “no-saber” y su peligrosa reducción/simplificación al mero error o imperfección. Daniel Innerarity, recuperando a los autores Wolfgang Bonss y Peter Wehling, comenta al respecto: “…resulta necesario desarrollar una cultura reflexiva de la inseguridad, que no perciba el no-saber como un ámbito exterior de lo todavía no investigado (…) sino como algo constitutivo del saber y de la ciencia. Lo que no se sabe, el saber inseguro, lo meramente verosímil, las formas de saber no científico y la ignorancia no han de considerarse como fenómenos imperfectos sino como recursos (…) Hay asuntos en los que, al no haber un saber seguro y sin riesgos, deben desarrollarse estrategias cognitivas para actuar en la incertidumbre”.

-La cultura del consumo y el espectáculo, acólita de una sobreexposición donde es menos importante el ser que el parecer. Dicha cultura está anclada en lo superfluo y promueve la aceptación sin discusión de la ignorancia como un valor social positivo, lindante con lo simpático y glamoroso.

-El tempo moderno, amigo de la inmediatez, la aceleración, y del tiempo como recurso económico.

-La pérdida de participación ciudadana y el repliegue de la esfera de lo público (agorafobia) frente al recogimiento en el ámbito privado.

Con todo, estas definiciones constituyen un ensayo, una apreciación, un enfoque y todo tiene sus bemoles y diferentes perspectivas que pongan énfasis en las enormes posibilidades que nos brindan las actuales tecnologías. El tema es reflexionar sobre las diferentes posiciones y tratar de buscar un equilibrio. Ni la sociedad de la que venimos era perfecta, ni la actual es el mundo de la perdición.

El desafío radica en aprovechar estos nuevos recursos con que contamos para potenciar todo lo bueno de lo que venimos y si es posible inventar nuevas virtudes para transitar hacia esa sociedad del conocimiento que lejos de ser enteramente tecnocrática y soberbia, es un conocimiento humano, que se sustenta desde un pensamiento complejo, abierto y recursivo comprometido con lo público; y desarrollando actitudes y aptitudes para la vida social sin con esto renunciar a los proyectos individuales.-


/www.diarioelnorte.com.ar

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