Para progresar en esta vida es importante saber ganar y saber perder. Los resultados ajedrecísticos, como en cualquier otro aspecto de la vida, a veces nos acompañarán y otras veces nos serán adversos. En ambas situaciones es conveniente saber estar al tanto y sacar algo positivo de ello.
Cuando uno pierde es importante intentar analizar las causas del desastre. No se trata de buscar excusas sinó de hallar qué ha fallado para intentar remediarlo en futuras ocasiones. Decir que uno estaba enfermo o dormía poco debe empujarnos a, si fue verdad, llevar una vida más sana que nos permita jugar descansados. Si fueron las obligaciones familiares o laborales tenemos que extraer la lección que tenemos que optimizar mejor el tiempo libre pues siempre lo hay.
Si fueron problemas estrictamente ajedrecísticos, se trata de buscar la naturaleza del fallo. ¿Falta de preparación? Estudia más. ¿Error táctico? Practica más... Tampoco es bueno, como una vez un amigo me dijo, que no debamos buscar explicaciones si hemos perdido con alguien que tiene más elo. Que tenga más elo o, digámoslo claro, que juegue mejor, no es una excusa. Debemos encontrar en qué jugó mejor para mejorar nuestras carencias. Que sea un jugador títulado, un profesional o un jugador más competente que nosotros no debe ser excusa. Conformarse es de mediocres, de esclavos, que diría Nietzsche. Nuestra actitud tiene que ser siempre la de pensar que no hemos alcanzado nuestro techo. Felipe Vera, otro colega, me dijo una vez que cuando uno no mira nada, ya empieza a empeorar. Y tenía toda la razón del mundo.
Cuando uno gana, hay que seguir siendo autocrítico. No tiene que convertir sus victorias en algo natural porque el otro era más flojo a priori o en una epopeya heroica porque venció a un gigante. Tiene que seguir buscando las causas de sus victorias para continuar con ellas y atesorar los puntos débiles que vaya detectando en sus futuros rivales para cuando tenga que medirse con ellos. Eso sí, no debe caer en la euforia ni el revanchismo fanfarrón porque estará cavando su propia tumba, un nicho de autocomplacencia que no le beneficiará en nada si, además, fomenta el rencor de los caídos. Ya se sabe que donde las dan, las toman. Y la victoria siempre es efímera.
- Joan Fontanillas Barcelona
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