Actualmente, la empatía se define desde un  enfoque multidimensional, haciendo énfasis en la capacidad de la  persona para dar respuesta a los demás teniendo en cuenta tanto los  aspectos cognitivos como afectivos, y destacando la importancia de la  capacidad de la persona para discriminar entre el propio yo y el de los  demás. La empatía incluye tanto respuestas emocionales como  experiencias vicarias o, lo que es lo mismo, capacidad para diferenciar  entre los estados afectivos de los demás y la habilidad para tomar una  perspectiva tanto cognitiva como afectiva respecto a los demás. Los resultados del  estudio de Garaigordobil y García de Galdeano (2006) realizado con  niños entre 10 y 12 años y de una nueva investigación con  infantes-tardíos y adolescentes (en preparación), subrayan las estrechas  conexiones de la empatía con diversos factores del desarrollo social y  emocional infanto-juvenil. Los datos sugieren que la empatía es un  factor importante en el proceso mediante el cual el individuo desarrolla  pautas de pensamiento y comportamiento acordes con las normas sociales,  así como sus conexiones con un constructo estructural de la  personalidad de gran relevancia, como es el autoconcepto.
Los resultados de ambos trabajos tienen implicaciones  prácticas asociadas a la intervención psicológica en contextos  educativos, y evidencian la importancia de las intervenciones dirigidas a  fomentar la conducta prosocial como un instrumento de desarrollo de la  personalidad durante la infancia y la adolescencia. Así, sería  importante fomentar la prosocialidad y, en conexión con  ésta, la empatía de los niños y adolescentes, estimulando su  progresivo descentramiento egocéntrico.
En este contexto se han implementado  programas de intervención dirigidos a niños y niñas de 6 a 12 años,  denominados Programas JUEGO (Garaigordobil, 2003, 2004, 2005) se basan  en los juegos amistosos, de ayuda y cooperación. Los juegos incluidos en  estos programas fomentan la comunicación, la cohesión y la confianza,  teniendo en su base la idea de aceptarse, cooperar y compartir. En este  sentido, los programas se configuran con juegos de comunicación-cohesión  grupal, juegos de ayuda-confianza, juegos de cooperación, y juegos  cooperativos de creatividad verbal-gráfica-constructiva-dramática.
El programa dirigido a la adolescencia  (Garaigordobil, 2000) contiene juegos cooperativos y dinámicas de grupos  organizadas en torno a siete categorías: autoconcepto-autoestima,  comunicación intragrupo, expresión-comprensión de emociones,  ayuda-cooperación, percepciones-estereotipos,  discriminación-etnocentrismo, y solución de conflictos.
Teniendo en cuenta el incremento que ha  experimentado en los últimos años la conducta violenta entre iguales,  desarrollar la conducta prosocial, la empatía y valores socio-morales  como el diálogo, la tolerancia, la igualdad, la solidaridad, la paz,  etc. debe ser una directriz educativa de gran relevancia, tanto en el  contexto de la escuela como en el ámbito familiar.
Este es un fragmento del artículo publicado  por el Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos de España  http://www.infocop.es/view_article.asp?id=798
 
Para  leer el artículo original completo visita  http://www.psicothema.com/pdf/3195.pfd
 
Mónica Flores Hidalgo
Tutora-Ayudante
Psicología de la Personalidad
 
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