En muchas partes del mundo se celebrará hoy día 22 a Santa Cecilia
como patrona de la música y de los músicos. Ella murió martirizada
después de grandes pruebas y sufrimientos. Hoy la podemos contemplar
junto a quienes alcanzaron las alturas del diálogo divino al igual que
Teresa e incontables mujeres y hombres a lo largo de los siglos.
De niño conocí algunas imágenes de Cecilia. Las recuerdo acompañadas
siempre por un instrumento musical. Muchos años después comprendí que
las personas pueden ser fecundas siendo fieles a todo requerimiento de
amor y no me desilusioné al saber que ella jamás ejecutó un instrumento.
Cecilia, es la joven llena de vida que llegó al corazón de su esposo
Valeriano en un pacto que sólo los enamorados son capaces de cumplir.
Por eso arriesgaron sus vidas para sepultar por las noches los cuerpos
de muchos mártires.
Cecilia es patrona de la música y de los músicos. Unos dicen que lo
es porque estuvo sometida a un suplicio tremendo, encerrada junto a los
tubos que conducían agua hirviendo. Allí, en la soledad, unió su voz en
oración al sonido que martillaba sus oídos. Otros, en cambio, prefieren
decir que Cecilia es la patrona porque siguió la voz de Dios, esa voz
que se escucha en lo profundo de nuestro ser y sin ruido de palabras.
En protocolo recordamos a Santa Cecilia. No es nuestra patrona pero
sabemos que la música vendrá en nuestra ayuda y será una colaboradora
eficaz para nuestras ceremonias. Quizás alguien nos dijo alguna vez que
nos “fuéramos con la música a otra parte”. Pacientes, como debemos ser, seguimos en el camino y dimos para nuestros adentros un “compás de espera”.
Nosotros somos los que “llevamos la batuta” en las ceremonias.
Más aún, la debemos tener desde el mismo momento en que pergeñamos una.
He escrito en otra ocasión que nuestros actos no son conciertos. Me
reafirmo en aquello pero sé que en ellos podemos incluir música. “La música calma las fieras” o “la música calma a las personas”
dice el refrán”. Razón llevan porque no se trata de cansar al público
sino de dar un tono solemne y festivo a lo que hacemos. Alguna vez
serán, por ejemplo, una graduación académica o la firma de un convenio
multinacional. Es entonces cuando podemos llenar los ámbitos
protocolares con aires alegres o reflexivos.
Somos nosotros los que “llevamos la batuta” y con picardía y
profesionalidad podemos incluir alguna obra breve en medio de un acto.
Los ingresos y las salidas solemnes de los cortejos sin música se me
antojan entierros de tercera y no pienso en las bodas sino en ceremonias
empresariales, académicas, oficiales o privadas.
Hace unos días tuve oportunidad de ver una película de Walt Disney.
Se trata de “Valiente”. Me conmoví al escuchar los sonidos de las gaitas
en la presentación de los pretendientes escoceses a la princesa. Sin
música todo hubiese sido un muestrario de hombres corpulentos pero
incapaces de trasmitir solemnidad a los ojos de la reina y de su hija.
El himno universitario “Gaudeamus igitur” tiene encanto. Viene del
siglo XVI y de la Universidad de París. Posee la gracia del decir joven y
su picardía sana. La Marcha No.4 de “Pompa y circunstancia” de Elgard
no sólo otorga solemnidad a las ceremonias. Transporta a un tiempo
pasado y también actual. Las obras breves que se pueden ejecutar, por
ejemplo en un doctorado “honoris causa”, son capaces de hacer que el
afecto lo invada todo. Pienso, por ejemplo, en los próximos doctorados
que se realizarán en mi Universidad. Allí estarán el Himno de Asturias y
un villancico catalán para acompañar el ingreso de los candidatos. En
otros casos y con calma podremos escoger obras y, de seguro, nadie nos
mandará con “la música a otra parte”.
He tenido ocasión de concurrir a la entrega de los Premios “Príncipe
de Asturias”. Allí la parte musical fue un dechado de buen gusto desde
el comienzo hasta el final. Las obras que se suelen ejecutar son sobrias
y confieren un hálito de gran solemnidad en el Campoamor. Me parece que
cada una y cada uno de los asistentes se sienten protagonistas de un
acto irrepetible.
Pero todo también su contrapartida. Cuentan que un poeta caminaba por
un predio rural y comenzó a escuchar los tañidos de varias campanas.
Siguió andando para acercarse más al sitio de donde provenían. Conmovido
iba cuando vio a un labriego que trabajaba la tierra. Entonces, lleno
de entusiasmo, le preguntó si él también escuchaba el dulce repicar de
las campanas. El hombre con toda sencillez le respondió:” ¿Cómo dice
usted? Es que con tanto ruido me cuesta escucharle.” Para uno la música
de las campanas le llegaba hondo. En cambio, para otro era simplemente
ruido.
No nos engañemos. Tendremos detractores en todo lo que se refiere a
la música en las ceremonias. Siempre existirán razones y sinrazones. Lo
nuestro es ir “a tempo lento”, que es el condimento
imprescindible en nuestra profesión. Somos capaces de transformar las
ceremonias con la ayuda de la música y el Día de la Música puede
sugerirnos una adaptación a las condiciones personales de las personas a
quienes se dirige para llegar a la inteligencia y al corazón de
público.
http://www.revistaprotocolo.es/
Mis otros blogs:
miércoles, 28 de noviembre de 2012
El día de la música y el protocolo Roberto Sebastián Cava
Etiquetas:
Comunicación,
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