miércoles, 28 de noviembre de 2012

El día de la música y el protocolo Roberto Sebastián Cava



En muchas partes del mundo se celebrará hoy día 22 a Santa Cecilia como patrona de la música y de los músicos. Ella murió martirizada después de grandes pruebas y sufrimientos. Hoy la podemos contemplar junto a quienes alcanzaron las alturas del  diálogo divino al igual que Teresa e incontables mujeres y hombres a lo largo de los siglos.
De niño conocí algunas imágenes de Cecilia. Las recuerdo  acompañadas siempre por un instrumento musical. Muchos años después comprendí que las personas pueden ser fecundas siendo fieles a todo requerimiento de amor y no me desilusioné al saber que ella jamás ejecutó un instrumento. Cecilia, es la joven llena de vida que llegó al corazón de su esposo Valeriano en un pacto que sólo los enamorados son capaces de cumplir. Por eso arriesgaron sus vidas para sepultar por las noches los cuerpos de muchos mártires.

Cecilia es patrona de la música y de los músicos. Unos dicen que lo es porque estuvo sometida a un suplicio tremendo, encerrada junto a los tubos que conducían agua hirviendo. Allí, en la soledad, unió su voz en oración al sonido que martillaba sus oídos. Otros, en cambio, prefieren decir que Cecilia es la patrona porque siguió la voz de Dios, esa voz que se escucha en lo profundo de nuestro ser y sin ruido de palabras.
En protocolo recordamos a Santa Cecilia. No es nuestra patrona pero sabemos que la música vendrá en nuestra ayuda y será una colaboradora eficaz para nuestras ceremonias. Quizás alguien nos dijo alguna vez que nos “fuéramos con la música a otra parte”. Pacientes, como debemos ser, seguimos en el camino y dimos para nuestros adentros un “compás de espera”.
Nosotros somos los que “llevamos la batuta” en las ceremonias. Más aún, la debemos tener desde el mismo momento en que pergeñamos una. He escrito en otra ocasión que nuestros actos no son conciertos. Me reafirmo en aquello pero sé que en ellos podemos incluir música. “La música calma las fieras” o “la música calma a las personas” dice el refrán”. Razón llevan porque no se trata de cansar al público sino de dar un tono solemne y festivo a lo que hacemos. Alguna vez serán, por ejemplo, una graduación académica o la firma de un convenio multinacional. Es entonces cuando podemos llenar los ámbitos protocolares con aires alegres o reflexivos.
Somos nosotros los que “llevamos la batuta” y con picardía y profesionalidad podemos incluir alguna obra breve en medio de un acto. Los ingresos y las salidas solemnes de los cortejos sin música se me antojan entierros de tercera y no pienso en las bodas sino en ceremonias empresariales, académicas, oficiales o privadas.
Hace unos días tuve oportunidad de ver una película de Walt Disney. Se trata de “Valiente”. Me conmoví al escuchar los sonidos de las gaitas en la presentación de los pretendientes escoceses a la princesa. Sin música todo hubiese sido un muestrario de hombres corpulentos pero incapaces de trasmitir solemnidad a los ojos de la reina y de su hija.
El himno universitario “Gaudeamus igitur” tiene encanto. Viene del siglo XVI y de la Universidad de París. Posee la gracia del decir joven y su picardía sana. La Marcha No.4 de “Pompa y circunstancia” de Elgard no sólo otorga solemnidad a las ceremonias. Transporta a un tiempo pasado y también actual. Las obras breves que se pueden ejecutar, por ejemplo en un doctorado “honoris causa”, son capaces de hacer que el afecto lo invada todo. Pienso, por ejemplo, en los próximos doctorados que se realizarán en mi Universidad. Allí estarán el Himno de Asturias y un villancico catalán para acompañar el ingreso de los candidatos. En otros casos y con calma podremos escoger obras y, de seguro, nadie nos mandará con “la música a otra parte”.
He tenido ocasión de concurrir a la entrega de los Premios “Príncipe de Asturias”. Allí la parte musical fue un dechado de buen gusto desde el comienzo hasta el final. Las obras que se suelen ejecutar son sobrias y confieren un hálito de gran solemnidad en el Campoamor. Me parece que cada una y cada uno de los asistentes se sienten protagonistas de un acto irrepetible.
Pero todo también su contrapartida. Cuentan que un poeta caminaba por un predio rural y comenzó a escuchar los tañidos de varias campanas. Siguió andando para acercarse más al sitio de donde provenían. Conmovido iba cuando vio a un labriego que trabajaba la tierra. Entonces, lleno de entusiasmo, le preguntó si él también escuchaba el dulce repicar de las campanas. El hombre con toda sencillez le respondió:” ¿Cómo dice usted? Es que con tanto ruido me cuesta escucharle.” Para uno la música de las campanas le llegaba hondo. En cambio, para otro era simplemente ruido.
No nos engañemos. Tendremos detractores en todo lo que se refiere a la música en las ceremonias. Siempre existirán razones y sinrazones. Lo nuestro es ir “a tempo lento”, que es el condimento imprescindible en nuestra profesión. Somos capaces de transformar las ceremonias con la ayuda de la música y el Día de la Música puede sugerirnos una adaptación a las condiciones personales de las personas a quienes se dirige para llegar a la inteligencia y al corazón de público.
 http://www.revistaprotocolo.es/

1 comentarios:

barbsquantz dijo...

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