jueves, 16 de junio de 2011

La obsesión por cumplir las reglas

Nada tiene de malo que un chico sea obediente y educado, pero cuando el comportamiento digno de un adulto se adueña del accionar de los menores, puede ser una señal de alerta.
¿Acaso alguien podría ver como un problema que su hijo se porte demasiado bien? A simple vista podría estimarse que no, al fin y al cabo parecería ser el deseo de todo padre que su niño sea respetuoso, responsable y acate las reglas sin reclamar.


¿Entonces cuál es el problema? Que muchas veces estos pequeños que responden de manera tan perfecta a los deseos de los adultos pueden esconder una sobreexigencia que no les permite desarrollarse de acuerdo a los parámetros normales y terminan siendo sobreadaptados.

"Generalmente en los colegios los docentes están enfocados en los que se portan mal, en los agresivos y estos son los chiquitos que quedan como no mirados, el tranquilito, el que no le pasa nada. Y la verdad que a veces terminan en situaciones bastante graves”, relató la psicóloga Mariela Parlanti; especialista en niños y miembro del Instituto Milton Erikson de Mendoza.

“Lo que se puede observar de estos chicos es que responden a una conducta de mayor, mucho más adulta, con respecto a la escuela mantienen un nivel bastante elevado de exigencia, con respecto a sus pares socializan pero sólo a nivel de charla, no participan en el juego, tienen poca creatividad, baja autoestima y tienen poco permitido divertirse. Para ellos todo está dentro de lo que debe hacerse, de lo que está bien y de lo que es esperado”, manifesta la licenciada.

Una característica de las más llamativas según Parlanti, es cómo van perdiendo la capacidad de finalizar determinadas tareas que tienen que ver con su desarrollo: “En lugar de estar expresándose en toda su plenitud, curioseando, buscando, permitiéndose ver hasta dónde llegan motrizmente y demás, están como ocupando un rol de alguien mayor, entonces se pierden de desarrollar habilidades que tienen que ver con su edad”.

Desde otra postura, la licenciada en psicología Silvia Millán, miembro de la Sociedad Psicoanalítica Argentina, postula que un niño sobreadaptado es un chiquito que tiene una sobreexigencia con la cultura y con él mismo: “Pretende ser el que más trabaja, el que más sabe, el que más obedece, hace todo bien. Pero todo eso es solamente una fantasía de perfección”.

Para ella el problema es que aquel que cumple solamente la norma se siente como en una prisión: “En el fondo no sabe internamente qué está bien y qué está mal, porque le viene de afuera toda la normativa. Si le sacan la normativa no sabe quién es” aclara la especialista.

Múltiples causas

Para ambas profesionales este tipo de comportamiento sobreadaptado se origina en las relaciones familiares. “Hay un patrón familiar donde hay una situación problema y el menor ocupa el lugar de quien va equilibrar o de alguna manera va a hacer que esta familia quede tranquila, toma bajo sí la responsabilidad, tiende a ponerse en un lugar donde no cause problemas a nadie”, explica Parlanti y agrega: “Esa pauta la repite hacia afuera porque es la que ha aprendido”.

Para que esto ocurra se tienen que dar varios factores a la vez: “Hay una cuestión de personalidad, hay una forma de adaptarse al ambiente y hay una familia. De este ensamble es que aparecen estos chicos con la autoexigencia, ellos entienden que ésta es la mejor manera de responder a esa situación”, asegura la psicóloga.

Según la licenciada Millán, esta situación se da cuando la madre y el padre no tienen la suficiente madurez para tener en claro el compromiso que asumen con la paternidad. “Es necesario respetar al niño como un ser humano diferente, no sentirlo como un seudópodo.

Merece ser respetado, a la hora de comer, de dormir, si se enojó, respetarle el enojo, respetarle los gustos, las características individuales que cada uno tiene. Cuando los padres son muy inmaduros lo toman como un muñequito que hay que programar en vez de ayudarlo a crecer a su propio ritmo”, puntualiza.

Según ella, en estos casos, los progenitores fracasan a la hora de comprender las necesidades de descarga del hijo. “La madre priva a su hijo del contacto emocional, el chiquito es el encargado de calmar su ansiedad y satisfacerla a través de logros que colmen sus aspiraciones”, apunta la consultada.

Peligrosos síntomas

Es necesario descubrir tempranamente esta condición particular para evitar problemas en la medida que el niño crezca. “Es más fácil comenzar a detectar este tipo de conductas cuando el menor se escolariza. El docente puede observar estos comportamientos y avisarles a los papás para que revean en qué lugar están poniendo a este nene, qué funciones está cumpliendo él y qué cuestiones, desde lo afectivo, esta familia no está pudiendo darle”, señala Parlanti.

“Si esto no se trata se va a profundizar más y eso es lo que vemos en adultos tan estrictos, tan sobreexigidos, donde pierden de vista el trabajo que tiene el rol en su vida y se vuelven adictos al trabajo, se pierde de vista el para qué uno hace determinadas cosas y lo que importa es agradar al otro”, expuso.

En ese sentido la profesional recordó un caso de un paciente de 8 años que presentaba nudos en la espalda: “una tensión que no debería aparecer a esa edad era síntoma de que algo malo estaba pasando. También pueden llegar a presentarse problemas como una depresión, dolores de cabeza, dolor de estómago, dificultades en la alimentación, entre otras”.

Carla Romanello - Especial para Estilo

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