martes, 24 de agosto de 2010

Para una comida exitosa Carla Royo-Villanova “La sencillez del saber estar”

Brinde una buena impresión en ocasiones sociales, de trabajo o familiares

El momento correcto para abordar los asuntos de trabajo, según Carla Royo-Villanova, autora del libro “La sencillez del saber estar” es “una vez que estén servidos los primeros platos”, aunque hablemos de lo que hablemos, “nunca resulta elegante ni adecuado hablar de enfermedades, partos, accidentes, desastres” ni “alardear nunca de nada”.


Las comidas de negocios son una de esas situaciones en las que la corrección es fundamental. ¿Algunas de las claves? Llegar siempre puntuales a la cita, recordar que el panecillo es el de la izquierda -¿quién no se ha comido alguna vez el del vecino de mesa- y saber que el vino lo escogerá quien convide al almuerzo.

Si hay fumadores y el restaurante permite fumar, éstos deben esperar al café, tras el postre, para encender un cigarrillo, y en cualquier caso, no hacerlo nunca cuando alguien aún esté comiendo.

Una comida de negocios no deberá prolongarse más de dos horas y media y, si ha sido convidado, una llamada o nota de agradecimiento al día siguiente es algo “poco habitual, por lo que causa muy buena impresión”.

Apague su teléfono

Otra némesis de las buenas formas hoy en día es el teléfono móvil o celular. ¡Cuántos timbrazos inoportunos han interrumpido una conversación importante, una escena especialmente memorable en el cine! Por no hablar de cuando al timbrazo le sigue una conversación a voz en grito.

¿Cuándo es imprescindible apagarlo o como mínimo dejarlo en silencio y salir fuera si no hay más remedio que responder a la llamada? En el cine, el teatro, recitales y conciertos, en iglesias y templos, ya sea cuando los visitamos de forma turística o durante una misa o ceremonia de cualquier tipo.

Tampoco es correcto que suene en el transcurso de entrevistas de trabajo o reuniones importantes.

En un restaurante o en comidas y cenas familiares, indica esta experta en buenas maneras, es apropiado dejarlo encendido, no sobre el mantel pero sí en un lugar de fácil acceso como el bolsillo, si bien para responder a la llamada lo apropiado es levantarse de la mesa y hablar en un lugar apartado.

Esto mismo se aplica cuando se viaja en tren o en transporte público: no hay nada más desagradable que escuchar a un viajero o viajera conversar por teléfono a gritos, por lo que, aunque no es incorrecto atender una llamada, hay que tratar de hablar de forma discreta y sin alzar la voz.

Una de las situaciones en que a menudo dudamos de cómo proceder es a la hora de tutear o no al interlocutor.

Carla Royo-Villanova afirma que, “para no meter la pata, lo mejor es preguntar antes si puede tutear, pero en el trabajo, con personas desconocidas, jamás”.

Por eso, en una entrevista de trabajo siempre empezaremos hablando de usted a la persona que nos la realiza, y no la tuteará a no ser que lo pida expresamente.

Valores

Naturalidad y espontaneidad son dos valores en alza al enfrentarnos a este trance, en especial si es la primera vez: si el entrevistador percibe sus nervios, no está de más explicar “que se trata de la primera, pues alguna vez tenía que llegar y que, precisamente por eso, tenemos especial ilusión y muchísimo interés en ese empleo”.

De nuevo la puntualidad es incuestionable en una cita de este tipo, a la que conviene acudir vestido con corrección traje de chaqueta con falda o pantalón y maquillaje discreto y sin olvidar el currículum vitae.

La autora recomienda no aceptar café u otras bebidas aunque nos las ofrezcan, llevar un bolígrafo que no esté mordisqueado y evitar un trato de excesiva confianza con el interlocutor, evitando también esa muletilla de, “en principio, sí”.

Mirar a los ojos al responder a las preguntas, pedir que repitan si no entiende alguna, preguntar dónde está el baño con naturalidad si sintiera la imperiosa necesidad de ir al servicio, y despídase al final con un apretón de manos firme, pero no excesivo, son otras de las claves de una entrevista exitosa.

La buena educación puede aprenderse, sí, pero la mejor forma de garantizar el “saber estar” es inculcarlo a los pequeños desde la más tierna infancia, concluye Royo-Villanova.

San Pedro Sula,

Honduras

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