jueves, 1 de octubre de 2009

¿CÓMO SE DESARROLLA NUESTRA COMPETENCIA SOCIAL?

El comportamiento de las personas está determinado en gran medida por el ambiente en el que se desenvuelven; esto significa que aprendemos la mayor parte de nuestros repertorios conductuales, o lo que es lo mismo, nos adaptamos a las demandas del contexto.

La competencia social no es una excepción, y tiene mucho de aprendida; a lo largo de la vida vamos aprendiendo y configurando nuestra forma de relacionarnos con los demás. En este aprendizaje hay dos variables fundamentales implicadas:

• La propia conducta que se aprende (lo que las personas hacemos, pensamos, decimos, sentimos…)

• La conducta de los demás, la reacción de los demás ante lo que hacemos

Hay tres formas de aprendizaje :

1) A través de las consecuencias del comportamiento : los comportamientos se aprenden en función de las consecuencias que tienen. Este tipo de aprendizaje sigue unas leyes, siendo las más importantes:

• Toda conducta que tiene como consecuencia algo positivo para nosotros tiende a repetirse en el futuro . La consecuencia positiva puede ser material; pensemos en el caso de los niños que les dan caramelos por portarse bien. Pero lo habitual es que las consecuencias que mantienen nuestro comportamiento sean el reconocimiento social, la satisfacción interior, mantener a los amigos, hacer actividades acompañados, mantener el empleo…Gran parte de nuestro comportamiento social se explica por la consecuencias del mismo; ¿Por qué escuchamos atentamente a los amigos? En parte porque nos interesa lo que cuentan, pero sin duda alguna también para que la relación perdure y nosotros podamos contarles cosas a ellos. Pero este mismo mecanismo es responsable de que mantengamos comportamientos que a la larga no son buenos; más adelante hablaremos del caso de las personas que suelen anteponer los deseos de los demás sobre los suyos; la consecuencia positiva de su comportamiento es evitar los conflictos.
Una conducta que no obtiene ninguna recompensa tiende a desaparecer . Si llamamos persistentemente a una persona que nos interesa y no nos hace caso, lo más probable es que dejemos de hacerlo. Esta ley de aprendizaje explica en parte el mecanismo por el cual hay muchas personas que apenas cuentan con una red social: sin sus intentos de relacionarse no han obtenido respuesta, dejan de esforzarse en ello, no le encuentran sentido a seguir intentándolo.

En determinadas condiciones, las conductas que van seguidas de consecuencias aversivas para la persona tienden a desaparecer. Imaginemos a una madre que quiere conseguir que su hija llegue más temprano a casa. Cada vez que se lo pide la hija se pone furiosa y le grita, a veces incluso los vecinos llegan a oírla. Es probable que acabe dejando de pedírselo. Pensemos también en los niño/as. ¿Aprenderán a expresar agrado y afecto si no son correspondidos por ello?

2) Por observación: Muchos comportamientos se aprenden por observación, imitando lo que hacen los demás. En lo que a competencia social se refiere, esto es especialmente relevante en los niños/as. Un niño poco habilidoso socialmente casi con toda seguridad no haya sido expuesto a suficientes experiencias y modelos que le hayan enseñado a comportarse de una manera más adecuada. Sin embargo, si desde niños observamos a modelos que resuelven los conflictos sin agresividad, que expresan de manera adecuada emociones… es más probable que lo hagamos de adultos.

3) Por asociación de situaciones y de estímulos: cuando vivimos una situación desagradable, el simple hecho de exponernos a otras situaciones parecidas, con estímulos similares, por tanto, puede hacer que nos sintamos igual de mal que la primera vez. Una persona que haya sufrido un accidente de coche, puede llegar a ponerse nerviosa por el mero hecho de montarse de nuevo en un coche, aunque no esté arrancado. Este mismo mecanismo de aprendizaje se aplica a emociones positivas: contemplar una foto de nuestra pareja puede ponernos contentos, y llegar a casa después de trabajar puede tener de por sí un efecto relajante.

En muchos casos, no somos capaces de decir las cosas que queremos de manera adecuada porque nuestro nivel de ansiedad es muy alto en determinadas situaciones. No es que no seamos capaces de pensar un mensaje adecuado, sino que la ansiedad nos impide actuar como quisiéramos.

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